A estas alturas, creo que
todo el mundo relacionado con la comunicación y el marketing está al cabo de la
calle de los cambios que, en los últimos veinte años, se han venido produciendo
en los consumidores, la publicidad, los medios y las marcas.
También
supongo a todos enterados de lo obsoletas que se han quedado las viejas
agencias de publicidad del siglo XX, los viejos anuncios, las viejas
estrategias de marketing, las viejas estructuras de empresa, los viejos
sistemas de trabajo, las viejas relaciones cliente-agencia, las viejas y
gratificantes remuneraciones…
Sin embargo, y a pesar del
conocimiento general de estos temas, en el mundo de las agencias todo sigue
igual que siempre, como si nada hubiese ocurrido. Todo el mundo se queja
añorando tiempos mejores, pero la resistencia al cambio es más fuerte que las
lamentaciones.
Me
temo que a los grandes grupos que lo controlan todo, los WPP, Interpublic,
Omnicom, Publicís, Havas, etc., les da igual de dónde les vienen los
beneficios. Ellos son los dueños de todo lo que se mueve en comunicación. Y si
con las agencias no les va bien, lo compensan con creces con los beneficios de
las centrales de medios. Por eso se resisten a desmontar sus estructuras para
crear unas nuevas. Demasiado trabajo para un sector que siempre ha sido
conservador por naturaleza.
Luego
están los gestores de las agencias, secuestrados a manos de los creativos que
controlan el poder. Esos que tienen la sartén por el mango y no quieren saber
nada de los nuevos tiempos. Andan ya por los cincuenta años, a un paso de la
prejubilación, y odian meterse ahora en los líos de Internet y las Redes
Sociales, que son cosas de niñatos advenedizos. Ellos siguen prefiriendo el
spot convencional de treinta segundos en la televisión, que es lo que se ve de
verdad, lo que te da fama y te permite salir a recoger premios en los
festivales.
Unos
por otros la casa sin barrer. Y los anuncios cada día más aburridos e
ineficaces.